Guerra

Guerra

Queridos hermanos:

Primero que nada, bendiciones para todos y cada uno de ustedes, YHVH les bendice e ilumina vuestras vidas.

Me agrada ver cómo nos comunicamos, cómo confrontamos nuestras verdades, como aceptamos la verdad del otro, cómo somos capaces de ponernos en el lugar del otro, para intentar comprender lo que ve a través de sus ojos.

Al tener una sola posición frente a una moneda, sólo seré capaz de ver una cara, un símbolo, si me animo y le doy la vuelta, podré ver la otra cara de la moneda, con ello, podré tener una visión más completa de qué valor tiene la moneda, de qué país es, quizás aparezca la imagen de un personaje importante para ese país, entre otros.

El Yin Yang nos sugiere la idea del cambio, y con ello, la idea de que para todo hay siempre dos posiciones, ¡como mínimo! Hago la salvedad, porque hay cientos, millones,  más lo que pasa es que no somos lo suficientemente creativos para buscarlas.

Nada es bueno, nada es malo, depende con que ojos lo mire, dónde y qué mire: puedo tener la situación más hermosa frente a mis ojos y siempre habrá un punto negro en el blanco, y viceversa puedo tener la visión más catastrófica frente a mí y siempre habrá un punto blanco en ella.

Les contaré una vivencia entretenida, un día en un trabajo espiritual llegué tarde y como siempre quise poner la música sagrada que yo ponía antes de comenzar, no quise percatarme que ya había otra canción sonando en el equipo, así es que como mi música era tan sagrada, la cambié.

Obviamente, yo pensaba que hacía el mayor bien del mundo, pero para la persona que había puesto la canción que sonaba, lo que yo había hecho era el atropello más grande del mundo, así es que lo que era blanco con un punto negro para mí, para ella era todo negro con un puntito blanco, al darnos cuenta de la situación, ¡nos reímos mucho!

¿Por qué se hacen las guerras? Pueden ser infinitos los motivos para justificar una guerra, ahora lo importante para nosotros, para nuestro autoconocimiento y crecimiento interior, diría que fundamentalmente por intolerancia, al ser humano le cuesta sobremanera aceptar, tolerar las verdades ajenas, el punto de vista que no es propio, e intentamos siempre imponer nuestro parecer, nuestra voluntad, en vez de disfrutar de la diversidad de visiones, opiniones, expresiones, entre otros. Hasta en la forma de amarnos, tenemos opiniones, prejuicios y pre valores que intentamos que los demás asuman como propios, y nos refugiamos en el bien común, en que deseamos el bien, en que es justo, bueno, y que socialmente es lo correcto u otro calificativo, para justificar nuestra intolerancia.

Esa es la razón por la que se hacen las guerras, y quien las implementa es aquel que tiene más poder, simple. Si en nuestra vida diaria las cosas se dan de esa manera, son pequeñas guerritas, o abusos de poder, ¿cómo enseñamos a nuestros hijos?, ¿cómo los manipulamos?, ¿cómo la sociedad manipula a sus habitantes?, ¿Verdad?, nos encontramos que cuando algo no nos gusta y va contra nuestros intereses o va contra nuestro punto de vista y no quiero ver ni aceptar otra posición y tengo el poder para ejercer mi postura entonces ¡Hay guerra! El ser humano, es siempre muy hábil, nunca peleará con uno que es exactamente del mismo tamaño, poder y fuerza, porque ahí realmente no se sabe quién ganará, cuando ello ocurre, entonces nace lo que todos conocemos por negociación, acuerdos, tira y afloja, ya que ambas partes deberán ceder algo para que no haya guerra.

Bueno, como verán el destino de la Guerra está en nuestras manos, no la de la Guerra Mundial, pero si nuestras guerras, nuestros desacuerdos, nuestras intolerancias, y si aprendemos a ceder y a mirar el punto de vista ajeno, realmente ganaremos y mucho, ya que tendremos una visión del mundo mucho mayor, más amplia, más consciente, más completa.

Adjunto encontrarán un trozo de Kahlil Gibran, donde habla del crimen y el castigo, lo cual es muy entretenido,.  Muchas gracias por vuestros puntos de vista y sus exposiciones, hoy he aprendido algo nuevo y he conocido personas nuevas, distintas, que se comunican…

¡Bendiciones, YHVH les bendice!

Kodoish, Kodoish, Kodoish Adonai Tsebayoth YHVH

 

“El Profeta” Autor Gibran Khalil Gibran

El Crimen y el Castigo  

Cuando solitario y sin amparo cometes una falta para con los demás, la cometes también para contigo.

El Dios de vuestro yo es como el mar: desconoce los túneles del topo y los hoyos de la serpiente.

Pero el Dios de vuestro yo no vive solamente en vosotros.

Aunque mucho en vosotros es todavía hombre, mucho en vosotros no lo es todavía: no es sino una forma confusa que, sonámbula en la niebla, busca su despertar.

Y es del hombre que hay en vosotros de quien deseo hablar.

Porque es ese hombre, y no el Dios de vuestro yo, ni la forma confusa que se mueve en la niebla, quien conoce el crimen y el castigo.

Frecuentemente habláis de quien comete una falta como de un extraño, un intruso y no uno de vosotros.

Pero lo más sublime y lo más bajo está en cada uno de vosotros.

Y quien comete una falta no puede hacerlo sin la tácita voluntad de todos.

Juntos marcháis, él y vosotros, hacia el dios de vuestro yo.

Y sois el camino, y sois los caminantes.

Y cuando cae uno de vosotros, cae para quienes van tras él no tropiecen con el mismo obstáculo. Y cae también por quienes le precedieron, aquellos que, más firmes y veloces, no apartaron, sin embargo, el obstáculo.

El justo y el bondadoso no son inocentes de cuanto hacen el injusto y el malvado.

Porque están juntos a la luz del sol, como lo están el hilo blanco y el hilo negro en la trama del tejido.

Y si uno de ambos hilos se corta, por fuerza el tejedor revisará toda la tela y también el telar.

Quien lleve a juicio a la mujer infiel, ponga también el corazón de su marido en la balanza y pese la verdad de su espíritu.

Quien deba castigar al ofensor, examine también el alma del ofendido.

Y quien en nombre de la justicia castigue abatiendo su hacha sobre el tronco malo, recuerde también sus raíces.

Descubrirá las raíces de lo bueno y lo malo, lo fértil y lo yermo, inseparablemente unidos en el callado corazón de la tierra.

Vosotros, magistrados, que tenéis el deber de ser justos:

¿Qué juicio emitirías acerca del que, honesto en su conducta, es deshonesto en su espíritu?

¿Qué pena impondrías al que en sus actos es opresor y falso, y, no obstante, es también oprimido y engañado?

¿Cómo castigaríais a aquel cuyo remordimiento es mayor que su falta?

¿Acaso no es el remordimiento la justicia de esa ley a la que queréis servir?

No podréis, empero, llenar de remordimiento al inocente ni aligerar de su remordimiento al culpable.

El remordimiento llega sin ser llamado, en medio de la noche, para que los  hombres despierten y cada uno mire su propio corazón.

Y vosotros, legisladores, qué pretendéis decidir qué es justo y qué injusto, ¿cómo lo lograréis si no observáis todos los hechos a plena luz?

Únicamente así sabréis que el erguido y el caído son un solo hombre de pie sobre un ocaso, entre la noche de su confuso yo y el día de su dios interior.

Y sabréis asimismo que la torre del templo no es más alta que el más profundamente hundido de sus cimientos.

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